lunes, 31 de diciembre de 2012

Adiós a 2012

2012 nos deja. Un año para olvidar en ciertos aspectos: vidas que se van, vidas que no llegan a ser... Pero me quedo con lo bueno: con lo que me dejó mi padre, con mi felicidad junto a mahn, con el hecho de tener trabajo y, de alguna manera, salud a pesar de mis dolencias en los brazos. También me quedo con todos los nuevos amigos, con los viejos (que me soportan todavía y no sé ni cómo no me mandan al guano) y con los descubrimientos que he hecho a través de las redes sociales. Sólo le pido a 2013 que me deje compartirlo todo con las mismas personas con las que lo comparto hoy. Y si alguna se añade, bienvenida sea.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Felices fiestas

Feliz Navidad a todos



viernes, 21 de diciembre de 2012

La fin del mundo

Bueno, ya llegó el 21 de diciembre y, con él, la entrega de notas (eso sí que es un Apocalipsis) y el invierno, tal y como predijeron los Stark de Invernalia.


jueves, 13 de diciembre de 2012

Christian Trevelyan Grey vs. Stuart Alan Jones

No se lo van a creer (o sí, si me conocen en persona y saben que cuando me da por algo...), pero me he echado al cuerpo la famosa y cacareada trilogía sobre ese señor llamado Christian Grey y sus cincuenta sombras, más sus millones de fruncimientos de ceño, mordidas de labio, ojos en blanco y un largo etcétera de topicazos y repeticiones que harían temblar al mismísimo Hodor por la falta de vocabulario. Hay quien dice que hago una especie de función social leyendo de todo, porque así puedo recomendar o no y ahorro tiempo, trabajo y dinero a otras personas, aunque a mí nunca me ha gustado que me lo cuenten, la verdad. Por eso he leído todas las Cincuenta sombras como hice en su momento con Crepúsculo o este verano con Canción de Hielo y Fuego y Los Juegos del Hambre. Por ahí tengo pendiente Las llanuras del tránsito y El invierno del mundo. También leo otras cosas, pero no relacionadas con trilogías, tetralogías o pentalogías, menos conocidas o populares. De todo, vamos.

Aquí no vengo a analizar esta trilogía desde el punto de vista técnico, porque carece de pericia literaria. La verdad es que este post nació hace unas semanas, cuando empecé con Cincuenta sombras de Grey y mi cabreo empezó a surgir por lo mal escrita que está. Luego me fui relajando y estableciendo una comparación entre el protagonista masculino y otro personaje de ficción que me encanta. No hablo de Edward Cullen, que es el inspirador evidente y sabido de Christian, sino de otro más desconocido pero que, cuando se cruza una con él, ya no puede olvidarlo. Y es que, mientras leía la primera novela, al principio imaginaba al protagonista como Stuart Alan Jones, uno de los protagonistas de la fantástica serie Queer as Folk UK. De esa forma trataba de ir tomándole el gusto al señor Grey, pero fue imposible seguir pensando en Stuart, porque describen al tal Christian como la perfección andante, Apolo en la Tierra, Adán redivivo, Adonis hecho carne. Y Stuart no es nada de eso. Pero ojito: no le hace falta ninguna para ser el tío más ligón de Canal Street. Bueno, no adelantemos acontecimientos y vayamos por partes, como dijo Jack el Destripador. Precisamente haré una disección de los dos hombres (y sus respectivas historias) que acuden a este cara a cara, un duelo que al final no será tal, sino nada más que una serie de ideas chorras que se me han ido ocurriendo al leer y que he ido escribiendo poco a poco. Pensarán que nada tienen que ver estos dos hombres. En cierto modo es verdad... Pero sorprendentemente se llegan a sacar algunas analogías.

Christian Trevelyan Grey

"...tengo más sombras que luces, cincuenta sombras más."
Hay otros candidatos, pero Matt Bomer tiene la pinta, la sonrisa y los ojos grises de guarrillo de Christian Grey



Christian Grey (Grey/Gris: todo no es o blanco o negro, sino que hay matices) es un tiazo que ya podemos imaginarnos sin verlo gracias a las veces que la protagonista nos lo describe, insistiendo en que es guapísimo: alto, rostro esculpido, hombros anchos, caderas estrechas, fibroso, con un poco de vello en el pecho, ojos grises impenetrables (sic), labios perfilados (arg), pelazo cobrizo, enorme miembro (tampoco es que ella haya visto muchos... ninguno, de hecho), perfecta sonrisa de chico americano... Las manos son descritas con dedos largos y finos, cosa que a mí me parece horrenda, pero sobre gustos... Resumiendo: físicamente es una especie de dios griego, inalcanzable para cualquier mujer normal y corriente, esto es, para nosotras, las lectoras, que somos más bien del montón. Encima está forradísimo (gana 100.000 dólares en una hora, ahí es nada), tiene su propio jet y helicóptero, que sabe pilotar, y un yate, que también maneja. Compra casas, empresas y coches de alta gama como el que compra patatas. Para tener tanta perra, casi siempre lleva la misma camisa de lino blanco y los mismos pantalones grises de franela, por cierto, pero le caen de muerte. Toca el piano y habla francés a la perfección. Es deportista: sabe esquiar, tiene entrenador personal, hace vuelo sin motor, pesca. Ah, también entiende de vinos, comida (una obsesión por su parte, no digo por qué), baila genial y toma gin-tonic con esas pijadas varias (pepinillo, lima...) que ahora se llevan tanto. En fin, que este tipo no es posible que exista en la vida real. Claro, tanta perfección debe tener su lado oscuro: le va el sado y odia que lo toquen. En sus redes cae una virginal soy-normalita-pero-resulta-que-realmente-soy-un-pibón jovencita de veintidós años, Anastasia Steele, Ana, que lo pone malo desde el primer momento en el que la ve caerse de rodillas en su despacho. Después lo pone más malo a base de poner los ojos en blanco y morderse el labio, amén de fruncir el ceño, como todo personaje que pasa por esta novela y sus dos secuelas. Christian la ve como la perfecta sumisa y quiere que firme el contrato para iniciar su formación. Pero no nos equivoquemos: ni ella es tan sumisa ni él es un sádico porque sí. El mundo lo hizo así, ya que tiene un pasado que no voy a desvelar por no fastidiar a las posibles futuras lectoras (tampoco es que sea demasiado misterioso). El caso es que el chico de veintisiete años se inició en esto del sexo un poco extremo a la tierna edad de quince de mano de Elena, una mujer que le lleva trece años y que es calificada por Anastasia Steele como de "mayor" o incluso "vieja". Indignación de esta servidora modo ON cada vez que leía estas cosas ("Vieja, ésa es la palabra clave", suelta Ana en una ocasión. Dracarys para ella). Pasemos a ver un poco cómo se desarrolla la trama erótico-festiva a lo largo de los libros.

(Aviso: a partir de ahora me referiré a todo lo relacionado con el sexo con términos como "helado de...", siendo el de vainilla el sexo tradicional, según la novela)

Lo más interesante en Cincuenta sombras de Grey es el morbete entre los protagonistas hasta que Grey desflora a Anastasia en plan helado de tutti-frutti o pasas al ron, sigue con sabores más o menos apetecibles, incluyendo un Calippo con sabor "a Christian" (sic) del que Ana se bebe hasta el solaje (muy suelta la veo yo para no haber catado el helado en su vida), y, hacia el final, viene el helado bizarro de fabada, servido en la heladería exclusiva que Grey tiene en su ático y que cuenta con los sabores y toppings más extraños que una pueda imaginar. Ese sorbete le sienta fatal a Anastasia y la lleva a decir "¡Ahí te quedas con tus gustos extraños, tío friki!", dejando al otro hecho polvo sin saber ni él mismo por qué.

Yummy!

En la segunda, cuyo título, Cincuenta sombras más oscuras, es engañoso porque una espera helado de morcilla o de tortilla española por lo menos, entramos en un repertorio de amor y lujo y helado de vainilla algo empalagoso, con exceso azúcar y nata (se agradece un buen tropezón de barquillo que cae de vez en cuando), y que incluye comerlo en el jet, en el yate, en una sala de billar, en un ascensor (y de pie, ja, ja y requetejá), encima del piano y literalmente en el ombligo de la bella moza. Ahora que sabemos que los ombligos tienen más biodiversidad que la selva amazónica, temo que Grey lleve en su estómago una civilización avanzadísima que podría haber encontrado la clave para sacarnos de la crisis. Esta segunda parte termina con algún sabor de helado más extravagante para una no iniciada en este mundo, en plan yogur con toppings muy fuertes o helado de ese azul pitufo que no sé de qué es, pero poco más. Anastasia es de las que come por los ojos, se encapricha de un sabor extraño cuando visita la heladería, prueba una cucharadita por la gracia de la novedad, luego parece que le gusta, finalmente pide una tarrina de las grandes... pero para marranearla nada más. A Grey el heladero no parece importarle y ofrece su mercancía gustoso, sometiéndose poco a poco a las elecciones de Ana y guardando los sabores exóticos para las grandes ocasiones, que suelen relacionarse con castigos (o premios, según se mire) por ser desobediente. De vez en cuando, y para fastidio de la protagonista, aparece la maestra heladera con la que Grey aprendió el oficio, así como algunas de las catadoras de los granizados de sabores poco usuales que solían frecuentar la heladería de Grey.
El señor Grey sí sabe que existe este helado
La tercera, Cincuenta sombras liberadas, sigue con la vainilla, un poco de turrón con trozos de almendra, algún Calippo, el yogur con toppings un poco rarunos, más pitufo y uno de fabada con menos embutido, pero que vuelve a no ser del agrado de Anastasia, aunque no llega al punto de largarse. Uno de los sitios inusuales para tomarlo es el coche aparcado en un parking público, por ejemplo, pero suelen estar comedidos y lo toman en la intimidad de su ático o la habitación de un hotel. El caso es que este hombre todo lo resuelve a base de comer helado y así no hay manera de razonar con él. ¿Que hay un problema? ¡Helado al canto! Además, lo presenta siempre con tan buena pinta que al final la pobre Anastasia está todo el día comiendo. El resultado será un empacho monumental que le hará perder la línea, como era de esperar. La chica tomaba sus antiácidos y tal, pero se le va un poco de la cabeza por culpa del trabajo (y de una secretaria que no la va avisando) y pasa lo que pasa: indigestión. A Grey no le hace gracia el asunto, porque un mal de estómago supone el fin de la dieta heladera y comer sólo puré de patatas y beber manzanilla. Anastasia se indigna con él, porque ella es la primera que quiere seguir el menú impuesto por Grey y tampoco se esperaba ese empacho. Añade en su defensa que los antiácidos no siempre funcionan. A Christian no se le ocurre otra cosa que acudir a la maestra heladera y menudo pollo se arma... Entre lío gastronómico y enfado tenemos una historia de supuesta intriga donde Ana se mete de cabeza, poniendo en peligro tanto su empachado estómago como su propia vida. Grey reacciona y todo sale estupendo. En estas novelas, cuando pasa algo medianamente interesante fuera del tema del helado, la autora lo soluciona a la página siguiente, así que no te tiene mucho en ascuas. Supongo que no quiere que las lectoras piensen que se ha olvidado de a lo que hemos venido aquí. Al final, Grey el heladero sienta la cabeza, se reconcilia consigo mismo y monta el negocio en plan tradicional con algunos de los sabores más peculiares que a su señora y a él les gustan.

He de decir que se nos hacen ciertas promesas de helados tipo yogur griego o de arroz a la cubana, pero luego poco o nada. El primero lo tenemos en una versión artificial, con envoltorio, mientras que del segundo se comenta la posibilidad, pero luego no vuelve a sacarse el tema. Mucho hablar pero poco actuar. Aquí nada de mezclar turrón con after-eight, no vaya a ser que nos asustemos. No es que yo esté pidiendo el sorbete de cocido madrileño o el granizado de gazpacho manchego (no me apetece leer nada así), pero es que se termina con lo de siempre: vainilla y pitufo con toppings raritos. La verdad es que ya me pierdo con cuándo o en qué novela se come tal o cual helado.

Para rematar la historia, la autora no se corta un pelo y añade dos capítulos para evitar, creo yo, los futuros fanfics (¡cuando sus novelas vienen de un fanfic de Crepúsculo!): uno del pequeño Christian Grey recién adoptado y otro del principio desde el punto de vista de él. No sabe nada la señora... Y me da a mí que nos va a sacar la versión de la trilogía contada por Grey. Al tiempo. Y una secuela: Teddy Grey y la hija de Taylor. Anda que no...

Conclusión: no me arrepiendo de haber leído esta trilogía. Me da conversación para rato, me he divertido cuando he tomado distancia con respecto a la escritura y me ha hecho redactar este post y hablar en él del siguiente caballero, al que descubrí este verano. Siempre hay que ver el lado bueno de las cosas. Juro que he leído libros peores, posiblemente mejor escritos, pero más pesados y aburridos también.



Stuart Alan Jones
 
 "...and every single man's had the fucking time of his life. And I'm not a pervert."
Stuart Alan Jones (Aidan Gillen) usando sus armas de destrucción/seducción masiva: mirada, pestañeo y sonrisa

 

Stuart Alan Jones tiene en su contra que lo vemos, no nos lo imaginamos. Viene ya impuesto por la serie, así que si no te gusta el actor... Si fuera un personaje de novela, cada mente, masculina y femenina, le hubiera puesto un físico. Suele pasar que, cuando leemos un libro y luego se adapta al cine, sentimos alguna que otra decepción en la elección de los actores. Stuart no tiene referente literario, pero da igual, da para mucho.

El primer dato que les voy a dar creo que les llamará la atención si tenemos en cuenta que esto va de hombres que son irresistibles para las mujeres: Stuart es claramente gay, no tiene duda de su condición sexual. Es un homosexual sin exageraciones plumíferas pero con convencimiento. Sin ser rico, lleva un tren de vida de nivel superior: vive en un pisazo, tiene lo último en videojuegos, conduce un todoterreno de la empresa, al que maltrata constantemente, y viste con estilo (al menos se cambia de ropa y no va siempre con el mismo look). No es alto, no machaca en el gimnasio el cuerpecillo pequeño y delgado, no tiene una voz grave y profunda, sus dientes están algo torcidos y baila raro... Pero se los lleva de calle. Y se las lleva. Sí, han leído bien: a ellas, a nosotras, a las telespectadoras que lo hemos visto. Nos da igual que no mire a ninguna mujer con ojos seductores. Nos gusta cómo mira a otros hombres y los conquista sólo con sonreír de lado y pestañear lentamente mientras se acerca como una pantera al ataque. Es una especie de macho alfa del mundo gay: domina en las relaciones, liga de dos en dos y se encama de dos en dos. Como Grey, se inició en el sexo muy jovencito, con sólo doce años y de manos de su profesor de educación física, una confesión bastante sorprendente. También como Grey, toda su vida gira en torno al sexo, pero la diferencia es que Stuart no quiere exclusividad, sino libertad, tanto para él como para los demás. Pero cuando le tocan a Vince... se comporta como el perro del hortelano y se vuelve bastante posesivo.
La pantera acechando a su presa
Vince Tyler es amigo de Stuart desde la adolescencia y también gay, un osito tierno y buenazo, sin suerte en las relaciones, ya que nada más que da con frikis que prefieren ver su colección de Doctor Who antes que acostarse con él. Vince y Stuart compartieron su secreta homosexualidad una tarde que contemplaban una revista de deportes y se quedaron embobados en la página en la que aparecía un deportista enfundado en su mono de competición y, con la tontería, empezaron a meterse mano hasta que la madre de Vince, que lo tuvo siendo una cría (fue madre soltera) y es bastante moderna, los pilló. Al contrario que Stuart, oculta que es gay en el trabajo, mientras que en su casa se sabe. A Stuart ya no le quedan hombres que tirarse en todo Manchester, ha perdido la cuenta; sin embargo, nunca se ha acostado con Vince, su pagafantas, el que se ocupa de los ligues que se encaprichan de este Casanova y lo persiguen mientras que él ya está en otra cosa; es el que no bebe para que el otro se emborrache y se líe con un nuevo amante en el asiento trasero de su coche, que conduce Vince. Visto así, Stuart es un tío insoportable, egocéntrico y superficial, tal y como le dice Cameron, un novio serio y maduro que Vince se echa. Pero es que Stuart tiene un problema: el miedo a envejecer. Sabe que en el mismo momento en el que se acueste con Vince ya está todo perdido, ya no habrá más hombres en su vida, porque Vince es realmente su compañero de viaje. Quiere alargar ese momento todo lo posible para ser eternamente joven y disfrutar de su maravillosa y libre vida sexual.

Vince y Stuart: condenados a estar juntos
El tercero en discordia es el jovencísimo Nathan Maloney, un niñato de quince años que sale una noche a Canal Street, el centro neurálgico del ambiente gay de Manchester, y se cruza con Stuart. Éste lo capta y lo mira como una presa más que llevarse a su apartamento para pasar la noche. Sabe que es un menor y le da igual: lo desvirga sabiendo que no tiene ni dieciocho años. Y lo hace sin nada de vainilla o tutti-frutti (con permiso del señor Grey): helado de pitufo con yogur griego para empezar. El chico se queda enganchado de Stuart, que pasa olímpicamente, manteniendo su esencia de ligón empedernido y cabrito con su amigo Vince, con el que se mete una y otra vez porque es un hombre que busca el amor y no sólo el sexo. Nathan no va a ser el virginal muchacho que redima a Stuart, que le haga ver que, oh, puede cambiar porque quiere estar con él. Huye literalmente del adolescente rubio, pero alguna que otra vez volverá a Nathan. El niñito inocente terminará por convertirse en el nuevo Stuart de Canal Street, mientras que el auténtico y original se marchará de allí, en principio solo, pero Vince no se rinde ante la posibilidad de poder tener por fin algo serio con él... ¿Cambiará Stuart su manera de ser? Parece que también esta fiera es domada a través del amor, aunque la ñoñería no es cosa de nuestro protagonista.

Nathan y su inseparable amiga Donna


¿Qué cosas tienen en común estos dos señores y que me han llamado la atención?

-Anastasia describe a veces a Grey como una pantera o similar. Cuidadín: a Stuart lo hemos visto en movimiento y eso sí que es ser felino cuando hay caza a la vista.
-Se iniciaron en el sexo muy jóvenes, Stuart más que Christian. Y más alegremente, por cierto, sin traumas ni calentamientos de cabeza de por medio. Su profesor se empezó a desnudar delante de él en el gimnasio para ducharse y él pensó: "Bueno, ¿y por qué no?", y allá que se metió con él. Amazing.

-Nadie en sus familias sabe de sus inclinaciones sexuales. Grey consigue mantenerlas en secreto excepto para su gente de confianza (la señora Jones, cocinera y un poco de todo, limpia su heladería, así que algo debe sospechar). Yo pensé que cierto personaje le iba a hacer chantaje, pero nada. En el caso de Stuart, su hermana sí lo sabe, pero no sus padres, a los que pasa de darles explicaciones. Es descubierto por un sobrino cabrito con pinta de hooligan que quiere sacarle dinero a cambio de no contar nada. Ante esto, él sale del armario delante de sus padres en una escena antológica que pueden ver aquí.

-La inseguridad es también común. Uno por culpa de su pasado, el otro por miedo a su futuro.

-El uso del sexo como modo de vida. Ya lo hemos comentado en el caso de Christian: helado siempre que la cosa se pone fea y tiene que hablar de lo que siente. Stuart llega a usarlo para quitarse de encima a Nathan en otra escena antológica.

-Son padres, aunque de manera diferente. Stuart ha donado su semen a una pareja de lesbianas y se entera del parto en el primer capítulo, mientras desflora a Nathan. Lo eligieron porque es, según sus propias palabras, "rico, guapo y follable", pero pasa de todo y odia a la pareja de la mujer que concibió el bebé. Christian no aceptará muy bien lo de ser padre tan pronto y luego será un padrazo y querrá tener muuuchos hijos. Toma ya.

Dos datos curiosos:

-Matt Bomer, el gran candidato de las fans de la trilogía para interpretar a Grey (también es el mío, aunque físicamente no es mi tipo de hombre) es gay en la vida real. Aidan Gillen (éste sí es mi tipo, jejeje) es heterosexual y sorprendió a todo el mundo cuando se desveló que tanto él como el resto del casting de Queer as Folk UK era straight.

-Christian Grey es géminis (signo dual, como el personaje), mientras que Anastasia Steele es virgo (ella es virgen cuando conoce a Grey). Es una chorrada, pero tenía que ponerla.

Y creo que no me dejo nada. Menudo rollo, ¿eh?



martes, 11 de diciembre de 2012

Bodas de bronce

Ya llevamos mahn y yo ocho años casados: son nuestras bodas de bronce. Alcanzamos el tercer puesto en el pódium olímpico. Aún queda para llegar al segundo puesto, y mucho más para el primero. Pero por el camino conquistaremos otros materiales. 




miércoles, 5 de diciembre de 2012

38

Otro año que se me pasa poner que ayer fue mi cumpleaños: diecinueve en cada pata, sí señor. Estuve todo el día en el trabajo, pero allí recibí tres veces el "Cumpleaños feliz" (una de ellas en inglés), un sabroso bizcocho acompañado de una foto con una bonita dedicatoria detrás, una tarjeta de mi querido Joseph Cartaphilus con una de sus poesías de coña que tanto me gustan, una taza de The Big Bang Theory, cortesía de mi querido Juanjo, huertano como yo, y dos CDs cortesía de mahn. Además, hubo felicitaciones telefónicas, en persona, vía facebook y vía Twitter. Fue un gran día al fin y al cabo. Gracias a todos.