Tras el polémico final de
Lost, mahn y yo estábamos huérfanos de series. Sin embargo, nos quedaba algo en la recámara, guardado en el disco duro portátil. Tiempo ha, mahn me sugirió bajar
Fringe, una serie digna heredera de la mítica
Expediente X. Vimos un capítulo, pero a mí me pilló con sueño y me quedé durmiendo. El caso es que ahí se quedó y menos mal, porque ahora no tendríamos nada que ver. Este verano la hemos recuperado y estamos enganchadísimos, a punto de acabar la segunda temporada y a la espera de que empiece la tercera. El otro día vimos seis capítulos, con eso lo digo todo. Lo mejor es que en apenas dos temporadas, muchos misterios se han ido resolviendo o aclarando más o menos, de manera que no parecen estar muy por la labor de marear la perdiz, cosa que se agradece. Si les gustan los casos teñidos de misterio y cosas inexplicables, ya saben. Lo mejor es el personaje del doctor Walter Bishop, aunque la pareja protagonista también tiene su toque.
Por otra parte, ahora llevo entre manos otra serie que nada tiene que ver con
Fringe. Se trata de la serie de la que hablo en la
entrada anterior, ese sueño que tenía desde la adolescencia de ver en imágenes
Los pilares de la tierra. Ya he visto los dos primeros capítulos y muy bien, esperando ver los siguientes. Me lo estoy pasando como una enana.