Suelo tener varios tipos de sueños recurrentes. Hoy voy a hablar de dos de ellos. En el primero, siempre llego tarde a un sitio. Bueno, más que llegar, la cosa es que hay algo que me lo impide: un autobús que viene tarde, me pierdo por el camino... Vamos, que no me presento en el sitio nunca. En el otro tipo de sueño vuelvo a ser estudiante. Aquí hay variantes, porque lo mismo me veo en la universidad que en el instituto o incluso compartiendo mesa con mis propios alumnos. En estos sueños nunca tengo los ejercicios hechos, o me preguntan cosas que no sé... un agobio, vamos.
Esta noche se me ha mezclado todo en un refrito disparatado. El lugar era una especie de híbrido entre el instituto en el que trabajo, los pasillos de la Facultad de Letras y el colegio en el que estudié. Tocaba el timbre y yo tenía que ir a clase de Lengua con el profesor que me dio en C.O.U., uno de esos hombres un poco chapados a la antigua, de los que leía los exámenes en voz alta, riéndose de las burradas de cada uno y al que había que contestar "Presente" cuando pasaba lista. Imagínense el agobio que he pillado, porque no encontraba el aula y me daba pánico llegar tarde. Lo peor era que, si no entraba, no veía manera de justificar la falta. Allá que voy y busco, lógicamente (léase con ironía), el Departamento de Historia del Arte y le pregunto a Lola, la de la oficina de mi instituto (la pobre también se ha visto metida en mi sueño) que dónde están los horarios de los profesores y los de las aulas, porque me he perdido. Me dice que junto a la vitrina que hay al lado de la puerta del Departamento, una vitrina que contiene, agárrense, figuritas de porcelana. El desquicie es total cuando veo que allí no están los horarios y ya me veo perdiéndome la clase de Lengua. En ese momento creo que he cambiado de sueño, pero luego se lo he contado en otro sueño a una amiga del instituto y nos hemos reído juntas, tanto que me he despertado riendo. Eso ha sido lo mejor de todo.
Perdón por el rollo, pero tenía que contarlo.