Tras publicar mi quinto fan fic basado en un personaje de Canción de Hielo y Fuego, aseguré que ya no iba a escribir nada más. Dos sobre Meñique, otro sobre Lyanna, Rhaegar y la Guerra del Usurpador, uno sobre los Lannister y el último sobre Jorah Mormont me dije que hasta aquí. Y no porque no me guste escribirlos, sino porque ya no hay ningún personaje más cuya historia me interese. Elora y Kahlan89 empezaron a picarme con Oberyn Martell, alguien que saldrá en la cuarta temporada de la serie y que es un personaje bastante interesante. Indagué en su pasado y me gustó, pero su historia es un tanto irregular y está un tanto desvinculada de la de las cosas de Poniente hasta que se produce el momentazo que todos los seguidores de las novelas esperamos ver bien plasmado en la pequeña pantalla. Aun así, me apetecía hacer una pequeña incursión en su pasado y el resultado es el mini fan fic que aquí les presento. Espero que les guste.
UNA VÍBORA ENTRE LEONES
Nunca
antes habían salido de Dorne. El viaje hasta allí había sido largo, pero los dos adolescentes
estaban tan excitados por la novedad que no notaban el cansancio. Sus padres no
estaban muy convencidos de llevarlos tan lejos, mas la insistencia de los dos
hermanos y, sobre todo, el deseo de ambos de ver Roca Casterly, pudieron más
que la voluntad de los mayores.
Conforme
se acercaban a la ciudad el clima era más fresco. En Dorne no existía el
invierno y durante el verano el calor llegaba a ser asfixiante. Por esa razón
tuvieron que hacerse con un vestuario totalmente nuevo, al no poseer prendas de
abrigo. Oberyn, que contaba con dieciséis años, no paraba de pasarse las manos
por el cuello del jubón que llevaba puesto. «¡Esto es un asco, no puedo
respirar!» Su madre, Loreza, le acarició el pelo negro como el carbón.
«Querido, te aseguro que me lo agradecerás cuando lleguemos a Roca Casterly. Allí
hace más frío y no quiero que te pongas enfermo.» Aún lo trataba como si fuera
un niño, y aunque él le hacía ver que ya no lo era, en el fondo le gustaba que
su madre lo mimara. Se removió en su asiento. Nunca había sufrido ninguna
enfermedad, siempre había sido un niño fuerte y grande y ahora era un
adolescente aguerrido. Se consideraba inmortal porque jamás le había pasado
nada malo y siempre salía victorioso de todas las peleas en las que se metía.
Su hermana Elia, tan morena como él y un año mayor, lo admiraba como a un dios.
Se veía a sí mismo como el protector de su familia y su victoria sobre Lord Ormond
Yronwood vino a darle un halo de fortaleza más grande todavía. Sonrió al
recordar aquel episodio.
Había
ocurrido unos meses antes. Oberyn todavía no había cumplido los dieciséis y ya
acumulaba más de un romance en su corta vida. A los trece años dio su primer
beso a una sirvienta un poco mayor que él y a los catorce fue desvirgado por la
hija de un banderizo de su padre que estaba de visita en Dorne. El coqueteo le
encantaba y conocía su poder de seducción. Alto, bronceado y con los ojos
negros, su nariz aguileña y el nacimiento del pelo en forma de pico eran su
sello personal, el toque que le hacía parecer más adulto y le convertía en
alguien irresistible. Y no sólo entre las mujeres. Un paje de los Fowler que le
ayudó a vestir una armadura durante un entrenamiento se le insinuó claramente y
a él no le desagradó. Tuvieron un breve encuentro en las cuadras. Besarse con
otro chico y acariciarse mutuamente le pareció una experiencia tan excitante
como hacerlo con una mujer. Para Oberyn el hecho de tocar y disfrutar no
dependía del sexo de la otra persona, sino de la atracción que sintiera por
ella, por lo que le daba igual que se tratara de un hombre. De todas formas,
sus relaciones con muchachos eran con mucho menos numerosas que con mujeres.
Precisamente su relación más escandalosa fue con la amante de Lord Ormond
Yronwood. El viejo lo había hallado en la cama con ella, en pleno acto sexual,
por lo que no tenía salida ni excusa. Se acordó entonces un duelo a primera
sangre debido a la juventud y origen de Oberyn. El enfrentamiento fue rápido y
ambos salieron heridos, pero mientras el joven se recuperaba, Lord Yronwood
fallecía por la infección de sus heridas. Se rumoreó que Oberyn había
envenenado el filo de su espada y a partir de ahí empezó a llamársele la Víbora Roja, un apodo que a él le
encantaba. Le daba una fama de peligroso y temerario, tal y como él se sentía. “Nunca doblegado, nunca roto”, ése era
el lema de su familia y así era Oberyn.
Elia
le apretó el brazo cuando divisaron la fortaleza de los Lannister. Estaba
construida sobre una gran montaña, bajo la cual se hallaban las mazmorras, de
las que era imposible escapar debido a su trazado laberíntico. Era una construcción impresionante. El carruaje entró en una zona excavada en la roca y
unos sirvientes se apresuraron a hacerse cargo de los recién llegados y sus
equipajes. Durante el viaje, los Martell habían recibido una triste noticia
desde la Roca: Lady Joanna Lannister había fallecido dando a luz un niño. El
propósito de la visita era una entrevista entre Lady Martell y la esposa de
Lord Tywin para concertar un matrimonio entre sus hijos. Así se lo había dicho
su madre a Oberyn antes de partir. «¡Casarnos con los Lannister!», había
exclamado él. «No le comentes nada a Elia, por favor. El acuerdo aún no está
cerrado y no quiero que se haga ilusiones.» Él lo había prometido, pero no pudo
evitar manipular un poco a su hermana para que ésta insistiera en viajar con
sus padres hasta convencerlos de ello. La excusa era salir de Dorne y ver Roca
Casterly, pero el propósito secreto de Oberyn era comprobar si los gemelos de
Lord Tywin eran tan guapos como se decía.
Un
hombre de gesto adusto se aproximó hacia los Martell. Era alto, con un pelo
dorado que empezaba a escasear y unos ojos verdes con vetas amarillas. Tenía un
aspecto derrotado y las ojeras revelaban la falta de descanso. Sin embargo, el
porte era digno y seguro. Lady Loreza y su esposo, Lord Mertyn Martell, hicieron los
saludos de rigor y dieron el pésame al hombre. Oberyn dedujo que se trataba de
Lord Tywin, el poderoso señor que había hecho de los Lannister la familia más
rica y temida de Poniente. Era, además, la Mano del rey Aerys II Targaryen y
dirigía los destinos de los Siete Reinos. A Oberyn le impresionó a pesar de la
tristeza que emanaba su rostro. Era un hombre de una presencia imponente.
Lady Loreza se apresuró a llamar a sus hijos para que presentaran sus respetos al
anfitrión. Elia hizo una reverencia elegante, mientras que Oberyn se cuadró al
estilo militar frente a Lord Tywin. Éste hizo un gesto con la mano para poner
fin a tanto protocolo y los invitó a pasar. Ascendieron hasta el castillo por
una red de pasillos y cuestas. Llegaron a un jardín que el señor del lugar
llamó Jardín de Piedra y entraron en
una estancia iluminada y ricamente decorada. Era la Galería Dorada. Roca Casterly era conocida por sus minas de oro y
allí quedaba patente. Las lámparas, las patas de los muebles y hasta los marcos
de las ventanas eran de oro.
Mientras
caminaban hacia el centro de la sala, dos niños hicieron su aparición por el
lado opuesto. Oberyn abrió mucho los ojos para no perder detalle de los
gemelos. Cuando se aproximaron al grupo, hicieron una reverencia al mismo
tiempo y levantaron la cabeza, mirando hacia él con dos enormes pares de ojos
verdes. Al joven Martell le impresionó el parecido. Eran como dos gotas de
agua, hacían los mismos gestos y al mismo tiempo, como si fueran reflejos en un
espejo. Sólo era capaz de distinguirlos por la ropa, ya que ambos llevaban el
pelo largo y suelto. Era dorado, como el del padre, pero con algunas vetas
plateadas. Observó a Elia, que estaba sonrojada contemplando al niño. No le
extrañó. Jaime, el varón, era un chico realmente atractivo. A pesar de ser
idéntico a su hermana, no le faltaba masculinidad y a Oberyn le gustó eso. Eran
como sacados de un cuento. Lo que había oído sobre ellos, sobre su belleza
irreal, era absolutamente verdad.
La
niña, Cersei, tomó la mano de Oberyn, mientras que Jaime hacía lo mismo con
Elia. «Dejemos a los adultos con sus cosas. Os voy a enseñar la fortaleza»,
dijo Cersei, guiñándole un ojo con una picardía impropia de alguien tan pequeño.
Jaime imitó el gesto de su hermana con Elia. Oberyn se dio cuenta de que era ella
la que llevaba la iniciativa y Jaime se limitaba a seguir las indicaciones de
su gemela.
Recorrieron
estancias tan lujosas como la Galería
Dorada. Una de las más impresionantes era La Boca del León. El techo era muy alto y de él colgaban decenas de
lámparas que en ese momento estaban apagadas. «Cuando se encienden las velas
parece que el sol estuviera aquí dentro», comentó Cersei. Elia estaba embobada
con todo el esplendor que la rodeaba. Vio cómo Jaime le apretaba la mano. Los
gemelos no debían tener ni diez años, pero eran bastante altos y a veces se
comportaban como adultos. Oberyn pensó en Lord Tywin y en la seriedad que
desprendía, y comprendió que posiblemente no era un padre demasiado cariñoso
con sus hijos. Por un momento sintió pena por los dos niños.
Cersei
se acercó a una escultura enorme que presidía la habitación. Representaba la
cabeza de un león con la melena alborotada, pintada en oro, y con las fauces
abiertas. «Esta escultura da el nombre a la estancia», dijo la niña sentándose
en el trono que formaban las mandíbulas del felino. «Cersei, baja de ahí… Si
Padre te sorprende sentada en la Boca del León te dará una paliza», advirtió Jaime
con voz temblorosa. Oberyn observó la reacción de Cersei: la niña levantó el
mentón con orgullo, se aferró aún más al asiento y rió a carcajadas. «Jajaja, me
da igual lo que diga Padre. Yo soy la mayor, así que yo soy su heredera.» «¿No
sois gemelos? ¿No nacisteis al mismo tiempo?», preguntó Elia, abriendo la boca
para hablar por primera vez desde que llegaron. «Sí, lo somos, pero yo salí
antes del vientre de mi madre.» Jaime replicó que él estaba a más profundidad,
por lo que fue engendrado primero. Los gemelos empezaron a discutir sobre eso
hasta que Oberyn intervino. «Pero en este caso no hay ningún tipo de conflicto
sobre quién es el heredero», apuntó. «Está claro que es Jaime porque es un
varón. El problema sería si ambos lo fueseis, ¿no?» Cersei lo miró con odio. «Estoy más que harta de ser relegada a un segundo plano por ser una hembra,
¡harta! ¿Por qué las mujeres no podemos decidir nada? ¿Por qué somos siempre
las débiles?» Las lágrimas empezaban a correr por su mejillas. «¿Por qué
tenemos que morir dando a luz?» Jaime soltó la mano de Elia y corrió hacia su
hermana. La abrazó con ternura mientras le acariciaba el pelo y le besaba los
labios. Oberyn sintió una punzada de culpabilidad por haber hecho llorar a
Cersei. La muerte de Lady Joanna era demasiado reciente y era evidente que los
niños echaban de menos a su madre. «Yo… Lo siento. No era mi intención
ofenderte. Te pido disculpas, Cersei.» Ella se deshizo del abrazo de Jaime y se
secó las lágrimas. «Una leona no llora. Nunca. Soy yo quien debe disculparse
por este espectáculo.» A Oberyn le sorprendió oír esas palabras en boca de una
niña. «Se nota que su padre los tiene
bien aleccionados sobre lo que significa ser un Lannister», pensó. Cersei
bajó del asiento con ayuda de su hermano, que también tenía lágrimas en los
ojos. «Sigamos con la visita», dijo ella como si nada.
Vieron
todas las salas de uso común. «Ahora os vamos a llevar a un lugar muy
especial», dijo Cersei. «Aunque ésta no es la sorpresa final, ni mucho menos»,
añadió soltando una risita. Jaime la miró con extrañeza, como si no supiera a
qué se refería. Oberyn se percató de la expresión del niño y le llamó a
atención que, por una vez, no actuaran igual. Bajaron por una intrincada red de
escaleras que conducía a las entrañas de la montaña. Cersei iba dirigiendo la
expedición. «Ahora giremos a la derecha. Si seguimos bajando, llegaríamos a las
mazmorras y os aseguro que no es un lugar agradable.» Elia soltó un pequeño
gritito y Jaime volvió a cogerle la mano. Avanzaron con sigilo hasta llegar a
una puerta con refuerzos de oro. «Ésta es La Sala
de los Héroes», anunció Cersei. Eran las criptas de Roca Casterly.
Jaime
abrió la puerta y un chorro de aire frío y húmedo pasó entre ellos. «Tengo
miedo», dijo Elia en un susurro. «¿Miedo de los muertos? No pueden hacernos
nada», contestaron los gemelos al unísono. Oberyn sentía verdadera curiosidad
por ver las tumbas. El lugar era muy amplio y estaba permanentemente iluminado
por varias lamparillas. Había esculturas representando a los antepasados de los
Lannister. «Éste es Lann el Astuto, fundador de nuestra estirpe», dijo Cersei
señalando a la figura de un hombre barbudo que empuñaba una espada. La
escultura estaba enmohecida y desgastada por la humedad después de tantos
siglos. Jaime fue indicando otros nombres hasta llegar a Lord Tytos, su abuelo.
Cersei tomó la palabra. «No fue un verdadero Lannister. Casi arruina el
prestigio de nuestra casa. Menos mal que mi padre tomó el mando.» La niña era
lista y seguía demostrando que tenía bien aprendida la lección. Se acercaron a
la tumba más reciente, la de Lady Joanna. Era la única que tenía flores frescas
y una lamparilla para ella sola. Además, no había más tumbas femeninas y eso la
hacía aún más excepcional. El retrato de la difunta era espectacular. Se
trataba de una mujer joven, con el pelo largo, el talle delgado y los rasgos
tan bellos como los de los gemelos. Los dos hermanos se arrodillaron ante ella
y musitaron unas palabras. Elia y Oberyn bajaron sus cabezas en señal de duelo.
«Ella era una leona de Roca Casterly, por eso merece estar aquí. Mucho más que
mi abuelo», dijo Cersei.
Abandonaron
la cripta y llegaron al Jardín de Piedra, donde les esperaba un
refrigerio. Mientras comían, Elia y Oberyn estuvieron preguntando a los dos
hermanos cosas sobre su familia y su historia, porque notaron que eso les
llenaba de orgullo. Los sirvientes iban y venían trayendo y llevando todo tipo
de exquisiteces. «Me he dado cuenta de que los criados nos miran a Elia y a mí
como a bichos raros», comentó Oberyn. «Oh, debe ser por vuestro aspecto, que es
muy exótico. No están acostumbrados a ver gente tan morena de piel y de pelo. Los
castigaremos si os han hecho sentir molestos», replicó Cersei. «¡No, por favor,
no lo hagáis! A mí no me ha ofendido. Supongo que ocurriría lo mismo si
vosotros fuerais a Dorne.» Elia tenía muy buen corazón y nunca diría nada que
perjudicara a otra persona. Merecía ser algo más que la esposa de un Lannister.
«Merece ser una reina», pensó Oberyn.
Pero eso era imposible, claro.
La
conversación derivó hacia algo que interesaba vivamente a Oberyn: la capital.
Ir a Desembarco era uno de sus sueños, pero le daba la sensación de que jamás
tendría la oportunidad de ir allí. Los gemelos habían vivido unos años en esa
ciudad hasta que Lady Joanna se trasladó a Roca Casterly para tener a su hijo
menor. En ese momento se percató de que ni Cersei ni Jaime habían hablado de su
hermano pequeño. Posiblemente estaban resentidos con él por haber provocado la
muerte de su madre. «¿Cómo es la Fortaleza Roja? ¿Habéis visto los cráneos de
dragón?» Los hermanos asintieron. «Los más antiguos son enormes, pero los
últimos ya no lo son tanto. Aun así dan bastante miedo, porque son seres
monstruosos», afirmó Jaime. Cersei rió. «Bah, son sólo huesos viejos y
amarillentos. Si queréis ver un monstruo de verdad yo os lo puedo enseñar. Y,
además, está vivo.» Jaime la miró con recelo. «¿Hay monstruos aquí, en Roca
Casterly?», preguntó Elia. «Hay uno. Se dice que tiene cola, escamas y garras,
pero es mentira. Yo lo he visto. Parece indefenso, pero es capaz de matar a
pesar de su corta edad. Es odioso. Menos mal que lo tenemos encerrado.» Elia
abrió los ojos con curiosidad, mientras que Oberyn observó que Jaime fruncía el
ceño. Algo no cuadraba en lo que Cersei decía, mas a él también le picó la
curiosidad. «¿Podemos verlo?» «Por supuesto. Era la sorpresa que os tenía
reservada para el final.»
Abandonaron
el Jardín de Piedra y entraron en la
fortaleza. En esta ocasión pasaron a la zona privada de la construcción, en
donde estaban las habitaciones de uso familiar. A Oberyn le extrañó que
tuvieran un monstruo allí en vez de en los calabozos, pero se dejó guiar movido
por el interés que tenía en ver a ese ser. Los pasillos del ala privada eran
tan lujosos como el resto, o incluso más. «Ésta es mi habitación y la del otro
lado del pasillo es la de Jaime», indicó Cersei con gesto serio. «Antes
dormíamos juntos, pero hace unos años decidieron que ya éramos los
suficientemente mayores como para poder dormir solos. Siempre están intentando
separarnos y no sé por qué.» Jaime agarró la mano de su hermana y le dio un
beso en la boca. Oberyn sintió un escalofrío. Elia y él también se querían
mucho y estaban muy unidos, pero lo de los gemelos no era normal. Supuso que el
haber compartido el vientre materno unía mucho más, aunque esa manera de
besarse se le antojó un tanto insana. No le extrañó que los adultos quisieran
separarlos.
Por
fin se pararon frente a una puerta semejante a la de los dormitorios de los
hermanos. Elia apretó el brazo de Oberyn y él la tranquilizó con una sonrisa.
«Si ellos, que son unos niños, no tienen miedo, tú tampoco deberías. Seguro que
se trata de una broma.» Cersei abrió con sigilo y tomó la mano de su hermano,
que se resistía a entrar. «Cersei, no creo que debamos…» «Cállate o estropearás
la sorpresa a nuestros invitados», contestó ella con enfado. Elia y Oberyn se
miraron con un gesto interrogante y siguieron a los gemelos al interior.
La habitación tenía una
cama enorme con dosel y dos armarios con las puertas decoradas con leones
dorados. Cortinajes carmesí con flecos de oro mantenían la estancia en
penumbra. Oberyn observó que había una cuna debajo del ventanal. También era
dorada y sus patas eran como las de un león. Cersei y Jaime se acercaron a ella
e invitaron a los Martell a hacer lo mismo. Elia interrogó a Oberyn con los
ojos, y él se encogió de hombros. Un gemido salió de la cuna. Llegaron hasta
ella y vieron lo que Cersei presentó como El
Gnomo de Roca Casterly. Se trataba de un bebé de pocas semanas, rubio como
los gemelos, con un ojo de cada color y la cabeza enorme, con la frente
abombada. Sus piernas y brazos eran cortos para su tronco, que parecía lo único
normal en ese cuerpo deforme. Elia torció la boca en un mohín de asco, mientras
que Oberyn miró indignado hacia Cersei, que contemplaba al niño con un gesto
que transmitía odio. «Supongo que se trata de vuestro hermano pequeño. ¿Cuál es
su nombre?» «Tyrion», dijo atropelladamente Jaime. Cersei le dio un codazo.
«Este monstruo no es mi hermano, y no tiene nombre. Es El Gnomo, así se llama.» «Eres un poco cruel con él, ¿no te parece?
No tiene la culpa de ser deforme.» El bebé se movió y abrió la boca, emitiendo
un quejido parecido al maullido de un gatito. Tenía hambre. «Mató a mi madre.
No merece vivir.» «¡Ya basta, Cersei, no digas eso! ¡Oberyn tiene razón!»,
estalló Jaime. Metió las manos en la cuna y tomó a Tyrion en su brazos,
acunándolo con cariño para calmarlo. «Voy a llevárselo a su ama de cría. Quiere
comer.» Abandonó la habitación, dejando a Cersei con la palabra en la boca.
Oberyn estaba incómodo con la situación. «Bueno, creo que nuestros padres
estarán preguntándose dónde estamos. Será mejor que nos vayamos de aquí.» Su
hermana asintió y Cersei tuvo que ceder ante sus invitados.
Por el pasillo vieron
volver a Jaime. El niño había dejado a Tyrion con la nodriza y regresaba
cabizbajo. Se notaba que quería a su hermano, no lo odiaba como Cersei. Cuando
estaba a punto de llegar hasta donde estaban los demás, apareció el matrimonio
Martell por detrás del niño. Lo adelantaron con prisas y agarraron a sus hijos
por el brazo. «¿Pero qué pasa, madre? ¿Qué ha ocurrido?», preguntó Elia. Una voz
grave se oyó al fondo. «¡No tendréis mejor oportunidad que ésta! ¡Vuestros
hijos no encontrarán candidatos de la categoría de los Lannister!» Era Lord
Tywin quien hablaba así. Lord Martell se volvió enfurecido. «¡Aquí se nos ha
insultado! ¡Pretender casar a mi hija con un deforme recién nacido! ¿Pero qué
clase de propuesta es ésa? ¿Qué descendencia le espera a los Martell con una
unión así? ¿Cuántos años habría de esperar Elia para consumar el matrimonio?
¡Es lo más absurdo que he oído en mi vida!» Lady Loreza tomó la palabra. «Si
Lady Joanna estuviera viva, esto no hubiera pasado. Ella quería unir nuestras
familias, ¡pero no de esta forma, estoy segura!» Al oír el nombre de su esposa,
Lord Tywin se puso colorado de ira. Cersei corrió hacia su padre y arrastró con
ella a Jaime, que estaba como paralizado ante la escena. «¡No pienso casar a mi
hija con vuestro hijo, un envenenador y un mujeriego! ¡Ella está destinada a
algo más elevado!», gritó el señor de Roca Casterly. Oberyn, que había
permanecido callado hasta ese momento, no pudo reprimir lo que sentía. «¿Casarme
con Cersei, esa arpía que se oculta tras un rostro de hada? ¡Antes me meto a
maestre y renuncio a las mujeres!» La niña apretó los puños con rabia. «¡Eres
un grosero, además de feo! ¡Y tu hermana es tan horrible como una maegi vieja! ¡Jamás se casará! ¡Será una
solterona!» No era más que la pataleta de una niña ofendida y Oberyn soltó una
carcajada. «Jajaja, no nos hacen daño tus palabras. Ser feo por dentro es peor
que serlo por fuera, y tú tienes un alma negra. Siento pena por ese niño al que
quieres ver muerto y no me extrañaría que pronto saltara la noticia de que ha
fallecido en su cuna.» Aquello empezaba a ir por derroteros peligrosos. «¿Qué
estás insinuando, insolente?», dijo Jaime. «Mi hermano está a salvo conmigo, yo
lo protejo», añadió. A Oberyn le llamó la atención el hecho de que Lord Tywin
no había salido en defensa de Tyrion. Posiblemente lo odiaba tanto como lo
hacía Cersei. Jaime parecía ser el único valedor del pequeño. «Sois una familia
lamentable, no quiero tener que ver nada con ninguno de vosotros. Madre, padre:
vámonos de aquí. No hay nada que hacer en este lugar.» «¡Te juro que pagarás
por lo que has dicho, asquerosa víbora!», bramó Cersei. Oberyn frenó en seco, se giró y sacó
la lengua imitando a una serpiente. «Sí, algún día nos volveremos a ver,
pequeña arpía. Lo estoy deseando.» Y le guiñó un ojo.
6 comentarios:
Ya te lo he dicho ¡ME ENCANTA! Soy fan tuya en serio. Tienes que escribir un libro o algo ^^
Uf, gracias. Eso es complicado, jajaja. Pero nunca se puede decir que no ;)
Madre mía, menuda disputa se ha formado aquí en un momento, jajajaja. Yo ya veía aquí que se tiraban de los pelos o algo.
Me ha gustado mucho, sobre todo cómo especificabas cada detalle de Roca Casterly. Me quedaba embobada de imaginarlo, así que volveré a leer esto más de una vez para pequeños detalles de mi fic, jajaja.
También me gusta el nombre que le has puesto al padre de Oberyn, así que también me lo apunto para más adelante e_e
Y por supuesto me ha encantado que al final te decidieras a escribirlo. Te ha quedado estupendo, como siempre. Me has dado muchas ideas para un futuro, aunque cambiaré varias "cositas", ...jeje (cómo me gusta crear intriga).
Muchas gracias :) Las partes de Roca Casterly no son inventadas, aunque los detalles sí. Después de su apunte he comprobado que cometí un error en los nombres de los padres de Oberyn. He cambiado el del padre y eliminado el apellido de la madre. Muchas gracias por estar tan atenta.
Estoy deseando ver esos cambios y que tanto el fic de Tywin como el de los Targaryen continúen :3
Editado también el nombre de la madre :3
Enamorada de Jaime ¿qué más decir?
Muyyyyyy bueno. Ahora, Cersei aunque no haga bien, es pequeña y está asustada y enfadada todo junto. No quiero decir que lo de Tyrion mole, pero hombre, tiene atenuantes.
Cris Fan :DD
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