No debería estar escribiendo esta entrada, porque ya saben que mis excesos frente al portátil han tenido como consecuencia un dolor de brazos por sobrecarga muscular. Hace una semana que estoy en tratamiento, pero no he podido resistirme a hablar del gran Juanjo, el fisio nazi. En la clínica a la que voy, todos los fisios son chicas y Juanjo es el único varón allí presente. Es un buen mozo de voz baja y dulce... pero no se fíen: es el más temido. En mis dos anteriores visitas a esta clínica he pasado por sus manos y, ay Dios, qué dolores. Cuando sufrí un problema en el abductor, probé las virtudes de una técnica cuyo nombre me es imposible reproducir, pero que les puedo decir que siempre me he planteado que sea legal. Y es que es ver el instrumental y pensar en Mengele y compañía. O en un torturador de la Santa Inquisición. La semana pasada ya sufrí a Juanjo a pelo, sin instrumental, y llega una a acostumbrarse a pasarlo mal. "Lo que escuece, cura", era la máxima de las abuelas. Pues aquí, lo que te hace soltar lágrimas y ahogar gritos, mientras la boca se te seca, también. Hoy ha usado los temidos ganchos conmigo y mañana supongo que tendré los brazos como los de una yonki. Bueno, daré de qué hablar entre mis alumnos.
miércoles, 6 de octubre de 2010
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7 comentarios:
Oh, dioses... Los fisioterapeitas tienen un punto siniestro tan inquietante... Todavía tengo pesadillas recordando aquella vez que fui para lo del pie.
Espero que la tortura tenga consecuencias positivas, que se mejore.
Querida Nictea: en esta clínica no, pero en una que fui este verano, uf, qué instrumental más extraño había por ahí colgado. Aquí sólo es siniestro este gancho asesino.
Querido Miguel: yo también lo espero. Hasta ahora, siempre han sido efectivos. Gracias por sus deseos de que me mejore.
Mucho ánimo... la verdad es que las miras y dan ganas de echar a correr :( Menos mal que al final se pondrá buena, que es lo importante :)
Hoy tengo los brazos hechos un cromo. Me da idea de perfilar los cardenales y decir que son tatuajes.
Estas cosas de correr marathones tienen la peculiaridad de que entablas relación con estos grandes profesionales que te descubren umbrales de dolor desconocidos para ti hasta ese momento.
Recordaré tan solo un momento de una de estas sesiones en las que las hábiles presiones de mi fisio (Javi) me hacían creer firmemente que en mis venas la sangre se había transmutado en plomo hirviendo.
-¿Ese músculo realmente lo necesito? -pregunté con rictus de espía torturado por el enemigo dispuesto a no decir nada.
-Solo si quieres seguir andando. -contestó él mientras sus manos me parecían las de Eduardo Manostijeras.
-Ah, bueno... entonces sigue, que vas bien para dejarme cojo de dolor.
Eso sí, el día que le vea sacar del maletín algún hierro como ese que has puesto en la foto seré el primer ser humano en hacer un marathon en menos de una hora.
¡¡¡Madre del Amor Hermoso!!! uf, qué miedo da todo esto
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