Por fin he terminado la tercera parte de Millennium. He salido hartita de la Lisbeth Salander y toda su ralea, de nombres impronunciables, de sándwiches de queso y pepinillos, de cafés, de Ikea, de agua Ramlösa, del aeropuerto de Arlanda, etc, etc.
Como bien apuntaba Wunderk, mucho rollo, mucha palabrería. Cargante. La petarda de la Salander es capaz de escribir su autobiografía en poco más de treinta páginas. Pues ya podría habernos hecho el Larsson un favor y haber acortado un poco la cosa también.
Bueno, voy a seguir despotricando en Lecturas Reunidas. Al menos no me va a pasar como a mahn y me va a escribir el autor para contestar a mi hiel.
3 comentarios:
Qué cosas... (luego creemos que no nos leen).
Me gustaría saber cuanto le ha pagado Ikea por esa publicidad en toda regla.
Y no sólo Ikea: Mackintosh también habrá pagado lo suyo, además del agua citada y el Billys Pan Pizza. Pero es cierto que lo de Ikea se lleva la palma en la segunda novela.
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